Skip links

Pablo Álvarez, consejero delegado de Vega Sicilia: «Podríamos vender mucho más vino, pero la calidad está antes que el negocio»

Con más de 160 años de historia, Vega Sicilia ya era una bodega prestigiosa hace 40, cuando la adquirió la familia Álvarez, pero desde entonces su leyenda se ha agigantado. Revisamos el mito con Pabñp Álvarez, quien la ha convertido en la marca española más reconocida del mundo.

Viernes 30 de septiembre. La vendimia en Vega Sicilia acabó hace apenas seis días y los viñedos aún lucen verdes y frondosos, aunque desprovistos ya de esos pequeños diamantes tintos con los que esta legendaria casa elabora sus vinos joya. Luce el sol en esta mañana en la que nos adentramos en un territorio que tiene algo de místico. La bodega no está abierta al público. Aquí el enoturismo no se concibe y las puertas de estas instalaciones con más de 160 años de historia permanecen cerradas al exterior salvo ocasiones especiales. Solo prensa especializada e invitados tienen acceso a este templo.

Inevitable sentirse privilegiado y preguntarse qué tiene de especial este terroir, estas cepas, esta marca, para producir unos vinos que son sinónimo de excelencia y objeto de deseo al alcance de pocos afortunados. Y aprovechando que se cumplen 40 años de la compra de la bodega por la familia Álvarez, hemos venido a preguntárselo a Pablo Álvarez Mezquíriz (Bilbao, 1954), copropietario junto a sus hermanos y consejero delegado de Tempos Vega Sicilia desde hace 37 años, quien, alargando la leyenda, no es capaz de dar una respuesta rotunda: «Jesús Anadón, una institución que dirigió Vega antes que yo, decía que aquí ocurre algo que hace a los vinos diferentes y grandes, que algo pasa. No podía explicar el misterio ni yo puedo: no sé si son las uvas, el envejecimiento, el suelo, pero el origen son estas viñas», desliza.

En plena milla de oro de Ribera del Duero, en esta N-122 que huele a uva y une Soria con Valladolid, crece el mito de Vega Sicilia. Fundada en 1864 por Eloy Lecada, lleva aquí desde mucho antes de que empezaran a rodearla las bodegas que hoy pueblan esta denominación, pero al conductor despistado le puede pasar desapercibida. Porque desde la carretera se ven esas viñas mágicas de las que habla Álvarez, pero es difícil vislumbrar los secretos de esta finca de 985 hectáreas situada a la izquierda del río, entre Quintanilla de Onésimo y Valbuena del Duero.

Vega Sicilia, ¿cómo es la bodega más mítica de España?

El conjunto, que no es un derroche de magnificencia, está protegido por un imponente jardín japonés que flanquea el camino de acceso y fue capricho de Álvarez. Bambús, secuoyas, arces y más de 200 especies que, inexplicablemente, se han adaptado a este territorio de condiciones climáticas extremas, aportan un plus de tranquilidad a un entorno que ya de por sí es un remanso de paz.

Las edificaciones originales de la bodega, no muy altas, de ladrillo visto y entre las que sobresale una pequeña capilla de fotogénica fachada, albergan hoy las oficinas y las salas de crianza, decoradas con cuadros de pintores españoles contemporáneos que se han ido adquiriendo en estos 40 años para ilustrar las etiquetas de los magnum del icónico Único. Detrás quedan la nave de vinificación (de una pulcritud quirúrgica: jamás unos depósitos de acero inoxidable habían brillado tanto); la tonelería (es una de las pocas bodegas de España que fabrica sus propias barricas) y el botellero (donde, tras acabar su crianza en madera, duermen los Vega Sicilia hasta su salida al mercado: cinco años en total, en el caso de los Valbuena y 10 años, en el de los Único y los Reserva Especial). Además, otros edificios destinados a la producción, todos sobrios, modernos, funcionales y sin firma de afamado arquitecto internacional. La guinda, arquitectónicamente hablando, la pone un rosado palacete neoclásico del siglo XIX que sirve tanto de residencia de los propietarios como de espacio para catas y eventos especiales.

Uno de los maestros toneleros ultima una barrica de aVega Sicilia
Uno de los maestros toneleros ultima una barrica de aVega Sicilia

Aquí vivió durante 15 años y pasó la pandemia don Pablo, como todo el mundo llama en la bodega a quien dirige el rumbo de esta empresa prácticamente desde que la adquiriera su padre, David Álvarez, propietario del grupo de limpieza y seguridad Eulen. Don Pablo, hombre de notable envergadura, discreto, aunque coqueto en el vestir, y de pausada conversación, es un trabajador perfeccionista y abnegado que ha dedicado su vida a Vega Sicilia y ha llevado su prestigio internacional a cotas al alcance de muy pocas marcas.

En el horizonte, su sucesión, que «no será fácil», como reconoce. Se ha fijado un máximo de tres años para decir definitivamente adiós a la primera línea, pero el momento le pillará trabajando. Este año está siendo especialmente movido entre el anuncio de la creación de una nueva bodega en Rías Baixas, la organización de los actos que conmemoran los 40 años de la familia al frente de Vega y la búsqueda del candidato al que dejar en su puesto. Pero hoy nos recibe sin prisa para hacer balance de estas cuatro décadas y posar tímido y paciente para Carlos García Pozo.

Su despacho, ubicado en una de las antiguas zonas de elaboración de la bodega, está decorado con decantadores antiguos y un Tapiès que forma parte de la colección de arte de Vega Sicilia. En la mesa descansa Cómo quiero que me sirvan el vino, de Antonio Pardo, y en las estanterías, volúmenes dedicados a este mundo, fotos familiares de los hijos (dos varones de su primer matrimonio y la niña, de 10 años, fruto del actual) y un par de botellas con historia: un Vega Sicilia de 1922 cuya etiqueta ha sufrido el peso de los años y un Único del 99 supuestamente firmado por los tres tenores, Josep Carreras, Plácido Domingo y Luciano Pavarotti. «La compró un amigo pensando que podía tener gran valor, pero no podía estar firmada por Pavarotti porque ya había muerto cuando el vino salió a la venta en 2009, así que tengo aquí un timo», dice riendo don Pablo, que va sobrado de memoria y suele adornar con anécdotas cada respuesta.

Pablo Álvarez en la sala de crianza de Vega Sicilia.
Pablo Álvarez en la sala de crianza de Vega Sicilia.
¿Qué recuerda de aquella comida de hace 40 años en la que su familia compró Vega Sicilia?
Yo no estuve, pero mi hermano mayor, Jesús David, que acompañó a mi padre y a Jesús Anadón, me contó que fue en un reservado de Zalacaín al que acudió un notario para firmar allí mismo la compra-venta. Me acuerdo de que al día siguiente mi madre compró una botella de Único en Mantequerías Leonesas. Debió de costarle unas 2.000 pesetas, que ya era un precio caro por entonces, y fue el primer contacto que tuvimos toda la familia con Vega.
La primera vez que se prueba un Vega no se olvida.
Eso dicen muchos clientes. A nosotros nos gustó, la verdad y, como era nuestro, pues supongo que nos gustó mucho más [risas]. No éramos grandes bebedores de vino ni entendidos, pero lo apreciamos.
Si su padre no llegó a este mundo por devoción, ¿fue entonces porque supo ver una oportunidad de negocio?
Seguramente, pero fue casi una casualidad. Ramón Martín de la Concha, amigo suyo y a su vez de Miguel Neumann, el anterior propietario, le pidió que intercediera en la venta de la bodega buscando un comprador internacional. Y el día que fue a presentarle las ofertas, le dijo que se la vendiera a él. Neumann tardó en contestar, porque temía que pasara como con otras marcas que desaparecieron tras ser compradas por empresarios que querían recuperar la inversión rápidamente. De hecho, Anadón también temía que llegara alguien sin conocimiento y se cargara la calidad de Vega, y estuvo tratando de encontrar un comprador en Valladolid porque pensaba que la respetarían más. El caso es que no lo encontró, y se cerró la operación por 450 millones de pesetas, pero todavía hoy aparece gente que nos dice que estuvo a punto de comprar Vega Sicilia [risas].
¿Cómo fue la acogida de esta tierra que no suele poner las cosas fáciles al foráneo ni al neófito?
Al principio pudo haber desconfianza, porque no teníamos nada que ver con el sector, pero pronto pasó porque mi padre siempre quiso respetar la bodega y siguió contando con Anadón. Lo primero que hizo fue subir los precios, pero nunca las producciones.
Menuda entrada a lo grande, ¿la primera decisión de la familia fue vender más caro el vino?
Pues sí [risas], porque era un vino que se vendía muy caro en las tiendas, pero había mucha distancia con lo que se cobraba en origen. Así que se decidió subir bastante el precio, pero con idea de reinvertir en la bodega y respetando la filosofía de esta casa que siempre ha primado la calidad sobre el negocio.
¿No le unía nada con esta tierra?
R. No, él nació en León y se crió en Bilbao, donde nacimos la mayoría de mis hermanos y donde montó Eulen. Cuando compró Vega Sicilia ya vivíamos en Madrid, porque unos años antes tuvo que salir del País Vasco al estar amenazado por ETA, pero nunca tuvo intención de dirigir la bodega.
Y usted, que iba para abogado, ¿cómo acabó siendo el elegido para ponerse al frente?
Pues fue otra casualidad. Por entonces yo estaba acabando la carrera y mi padre me había mandado a vivir a la finca de El Quexigal, en Cebreros, Ávila, que compró también en el 82. Creo que fue porque yo tenía fama de ser crítico y decirle las cosas a la cara y me envió allí para quitarme de en medio y que no le diera guerra [risas]. Como estaba cerca de Vega, en el año 83 empecé a venir por aquí. Primero un día a la semana, luego tres, luego cinco. En el año 84, quiso la fatalidad que Martín de la Concha falleciera en un accidente aéreo y Anadón le recomendó a mi padre que me pusiera en su lugar. Un año después me nombraron director general y desde entonces ya no he salido de aquí.

¿Tanto le cautivó este mundo?
Siempre digo que tuve la suerte de enamorarme de mi trabajo. Supongo que es mucho más fácil que te pase algo así en un sitio como Vega Sicilia. Pasaba muchas horas hablando con Anadón y ya en el año 83 empecé a viajar con él. Me enganché tanto que me mudé a la bodega y me entregué sin horarios a mantener su prestigio y mejorar, porque soy de los que creen que todo se puede mejorar siempre y que el mejor vino es el que todavía no hemos hecho.

 

Nave de vinificación destinada a los Vega Sicilia Único, que fermentan en 19 depósitos de roble.
Nave de vinificación destinada a los Vega Sicilia Único, que fermentan en 19 depósitos de roble.

En este punto , Pablo Álavrez nos invita a continuar la charla en el exterior mientras enciende un cigarro. Siempre fumó hasta que a los 40 consiguió dejarlo; pero hace unos cuatro años volvió a caer y ahora está en paquete diario y con ganas de quitarse. «Tengo 67, así que estoy en la segunda edad y tres cuartos y esto no es nada bueno…», reconoce con sorna entre caladas. ¿Algún vicio más? «Ninguno. Ni confesable ni inconfesable», y ríe. «Bebo agua con gas y vino, claro, pero intento que no sea a diario. Puestos a tomar un destilado será un gin tonic, aunque prefiero el champán, la única bebida que puedes tomar desde que te levantas hasta que te acuestas, incluido después de acostarte», firma.

Eso sí, confiesa que la comida es una de sus debilidades y Etxebarri uno de sus restaurante favoritos: «Se me da bien cocinar y comer es un placer, aunque yo me he pasado la mitad de mi vida a dieta y la otra mitad engordando. Si sumo, habré adelgazado unos 1.000 kilos a lo largo de mi vida«, exagera. «Hago deporte con un entrenador personal varias veces por semana, pero no juego al golf ni tengo aficiones del estilo». Amante de la cultura japonesa y coleccionista de vinos («tendré unas 2.500 botellas, pero más que por guardarlas, por disfrutarlas y para que mis hijos, a quienes les he transmitido el amor por este mundo, las tengan y conozcan»), otro de sus puntos débiles es la ropa. «Soy un poco sibarita, pero visto de sastre porque con mi tamaño no es fácil encontrar trajes de mi talla…», asume.

¿Cuál fue su primera decisión al frente de Vega Sicilia?
Invertir en modernizar todo, desde el viñedo hasta las instalaciones, para mejorar e incrementar la calidad, que siempre ha sido mi obsesión. Hoy Vega no se parece en nada a como era hace 40 años, pero hay que pensar en cómo estaba el mundo del vino en aquel momento en el que nosotros éramos el tuerto en un país de ciegos. Visitamos muchas bodegas en Francia y en California para aprender y avanzar. Y también, decidimos no usar herbicidas ni productos químicos, y no por conciencia medioambiental, que ni existía por entonces, sino porque me parecía que era algo natural para mejorar la viña. Pero todo lo hicimos manteniendo la personalidad de los vinos.
Además, tuvo que decidir si entrar o no en la DO Ribera del Duero, que nace en ese mismo año 82.
Sí, fue todo a la vez. Cuando se crea la DO, que no es histórica, sino que se trazó sobre un mapa en un despacho, nos proponen incorporarnos. Si no lo hubiéramos hecho, se habría acabado en Peñafiel, porque no había más bodegas hacia este lado y se nos prometió que tendríamos una subdenominación, que al final no se cumplió. Visto con distancia creo que la DO ni nos ha dado ni nos ha quitado, pero nosotros sí le hemos aportado. Entonces había 12 bodegas y hoy hay 307 adscritas, y todas dicen que están al lado de Vega aunque nos separen muchos kilómetros…
¿En qué momento está Ribera?
Creo que en los 80 la calidad de los vinos era muy buena, y que en los 90, cuando todo el mundo quería tener una bodega, surgieron muchos malos vinos que bajaron la calidad media de la DO. Pero desde 2000 ha vuelto a mejorar y creo que tiene mucho futuro porque ha quedado gente que realmente se preocupa por hacer las cosas bien.
Y el vino español, ¿en qué punto está?
En el mejor de su historia. Nunca se habían hecho tantos buenos vinos como ahora y en tantos sitios distintos. Hay un nivel muy alto que, desgraciadamente, no tiene el reconocimiento exterior que debería.
¿A qué lo achaca?
A varios factores: estamos considerados el vino barato del mundo y a los españoles, por algo que desconozco, no nos gusta movernos mucho y esto ha hecho que seamos desconocidos. Es como con el aceite, se cree que es algo italiano cuando España es el mayor productor mundial. Tenemos unos productos únicos, pero no sabemos promocionarlos.
Pablo Álvarez en uno de los salones de la residencia familiar con los magnum de Único de las últimas añadas.
Pablo Álvarez en uno de los salones de la residencia familiar con los magnum de Único de las últimas añadas.

Desde el principio, Álvarez quiso que Vega Sicilia no tuviera ese problema que lastra al vino español fuera de nuestras fronteras. La bodega ya tenía un gran prestigio internacional cuando se hizo cargo de la misma, pero en su aval queda haberla colocado en el olimpo mundial, algo impensable para aquellos años en los que la cultura del vino era algo inexistente en nuestro país. ¿Cómo? Pues a base de horas de avión. Don Pablo pasa unos 120 días al año viajando y ha conseguido que sus Vega estén presentes en 140 mercados. En 1982 solo exportaban a cinco países; hoy el 70% de la producción viaja al exterior.

Además, fue decisión suya invertir en la creación de nuevas bodegas para poder llevar más allá el negocio de Vega Sicilia: Alión, en Ribera del Duero; Oremus, en Hungría; Pintia, en Toro; Bodegas Benjamin de Rothschild-Vega Sicilia, en Rioja y la futura Deiva, en Rías Baixas. ¿Resultado? Los beneficios se han multiplicado desde los 400.000 euros del 82 a los 30 millones actuales. En 2021 el grupo facturó 60 millones de euros y obtuvo un Ebitda de 37 millones.

¿Siempre estuvo en la intención crear nuevas bodegas?
Sí, porque sabíamos que aquí tenemos un límite y por tanto era la única manera de crecer. De hecho, muy pronto, en el año 86 ya compré la primera parcela de lo que hoy es Alión. Pero nunca quisimos hacer bodegas para producir 50 millones de botellas, sino crear proyectos de calidad. El estilo Vega está presente en todas las que tienen una producción máxima porque en ese nivel está la calidad. Para hacer un gran vino tienes que limitar la producción.
¿Cuál es el límite de Vega Sicilia?
Durante estos años hemos recuperado gran parte de la viña que plantó Eloy Lecanda, pero no toda. Hemos pasado de 80 a 210 hectáreas, y no podemos ir más allá porque en base a un estudio que hicimos de nuestros suelos sabemos que hay terrenos que no son aptos para tener una gran viña. Por tanto, nunca tendremos más viñedo aunque haya superficie para poder plantarlo. En el año 81 Vega vendía 220.000 botellas, este año hemos estado en 260.000 y el año que más podamos producir, en función de la calidad de las cosechas, no pasaremos de 320.000, o sea que no es un gran desarrollo en cuanto a producción.
Hay lo que hay, y además está todo vendido.
Sí, todo. A veces me preguntan por qué sigo viajando tanto si tengo todo vendido. La respuesta es que está todo vendido precisamente porque viajo.
 De hecho, hay larga lista de espera para ser cliente y acceder a los precios de «amigo» de la bodega.
Sí, el año pasado, por ejemplo, la demanda triplicó lo que podíamos ofrecer en España, donde tenemos 3.700 clientes y unos 2.500 esperando para serlo. La mayoría son particulares, que suponen el 10% de las ventas, y el resto va a comercios y hostelería.
Así que desisto de poder ser cliente de Vega Sicilia…
No, bueno, podrías serlo, tendrías que solicitarlo por escrito. Cada año recibimos más de 100 solicitudes y se van admitiendo en función de unos criterios de modo que el último en solicitarlo no tiene por qué ir al final de la lista. Por ejemplo, se prima al particular sobre la tienda o la hostelería, y se trata de elegir candidatos que garanticen que el vino esté repartido geográficamente lo mejor posible. Que seas o no famoso, que tengas o no dinero no es lo único importante, aunque siempre hay compromisos, como en todo en la vida. Pero, tenemos clientes que llevan mucho tiempo haciendo un esfuerzo para comprar tres botellas de Valbuena al año y tomarlas en Navidad con la familia; no son ricos, ni representan volumen, pero están entre nuestros mejores clientes.
Zona de vinificación de Valvuelna.
Zona de vinificación de Valvuelna.

Vega Sicilia no ha hecho nunca publicidad y huye de las técnicas de marketing actuales porque no lo necesita. Sus vinos son deseados sin necesidad de que se anuncien y sus añadas están vendidas antes de salir al mercado. Siempre han estado, eso sí, en las mesas del poder y han tenido embajadores conocidos (incluidos reyes y altísimas personalidades) que les hacen un trabajo impagable de promoción gratuita. Como cuando Messi publicó una instantánea en la que aparecía con dos botella de Único y Neymar contestó posando con otro Vega Sicilia. Sin hacer nada, la marca fue trending topic pero ni a ellos, ni a nadie, se le recompensó con una botella en agradecimiento.

Aquí no se regala nada. La política de la casa es vender todas las botellas disponibles siguiendo un sistema de cupos que cada año se actualizan en función de la producción. ¿Es caro un Vega Sicilia? ¿Lo es un Hermès o un Rolex? Así es el lujo. Para quien no tiene cupo, los precios recomendados son 160 euros para el Valbuena 2017, 360 euros para Único 2012 y 450 euros para Reserva Especial 2022. «Hace un tiempo, Vega Sicilia era el vino más caro de España. Ahora no, porque hay vinos con una producción de 1.000 botellas con precios más altos. Nosotros producimos más, pero, insisto, jamás antepondremos ganar dinero a cuidar el prestigio y la calidad de la marca».

¿Nunca hubo tentación de aumentar el número de botellas para satisfacer a todos?
Nunca. No podemos hacer más vino si queremos mantener la calidad. Al contrario, a veces bajamos la producción e incluso ha habido añadas que no ha salido alguno de nuestros vinos si no estaba al nivel aunque supusiera perder millones de euros. Lo importante es que sabiendo que tendríamos todo vendido aunque sacáramos mucho más vino, no lo hacemos. La calidad está por encima del negocio.
¿Es ese el secreto de Vega Sicilia?
Creo que sí, haber mantenido la calidad en estos años gracias a estas políticas y, sobre todo, a la viña que tenemos, que está perfectamente adaptada desde hace mucho tiempo al lugar donde estamos, al suelo, al clima y que marca la personalidad, la finura, la elegancia y la complejidad de nuestros vinos.
Otra de sus cualidades es que envejecen como pocos en el mundo, ¿por qué tienen esa capacidad?
Había un gran coleccionista que decía que Vega era el vino más consistente del mundo. Y no sabemos por qué, pero lo cierto es que hay algo aquí que hace evolucionar a los vinos muy lentamente y que los mantiene vivos durante muchísimos años. Por eso, hemos dado un paso más destinando aproximadamente el 10% de la producción de cada año a un envejecimiento aún mayor en botella: el Valbuena pasará de los cinco años actuales a 10 y los Únicos de 10 a 20 años porque sabemos que pueden aguantarlos.
¿Cuál es su Vega favorito?
Es una pregunta complicada. Siempre digo que cada vino tiene su momento, pero bueno, si tengo que elegir uno, me quedo con Valbuena. Me parece muy agradable, elegante y más fácil de beber. No es un segundo vino ni mucho menos.
Un trabajador de Vega Sicilia en el interior de uno de los relucientes depósitos de acero inoxidable destinados a la elaboración del Valbuena 5º.
Un trabajador de Vega Sicilia en el interior de uno de los relucientes depósitos de acero inoxidable destinados a la elaboración del Valbuena 5º.
Pensaba que se quedaría con el Reserva Especial…
Es el más vegasiciliano de todos los Vegas. No es sencillo, sino de una enorme complejidad, pero es muy equilibrado y fantástico de beber. Un grandísimo vino que puede que técnicamente sea el mejor de cuantos hacemos, pero me quedo con el Valbuena porque te puede acompañar más frecuentemente.
Tiene fama de perfeccionista y de tener olfato para el negocio. ¿Cuántas horas pasa al día trabajando?
Muchas. Antes vivía aquí, me mudé a Valladolid para romper un poco con la rutina, pero cuando no viajo, estoy en la bodega, muchos sábados incluidos. Me gusta trabajar, lo disfruto, y aunque, ya tengo una edad y me canso, sarna con gusto… Mi vida es mi trabajo.
Después de 40 años a este ritmo, en el horizonte está la sucesión, que se ha marcado para dentro tres años máximo. ¿Se ve realmente jubilado a los 70?
De la parte ejecutiva sí, porque, como suelo decir, ni las cepas ni las personas excesivamente viejas damos los mejores vinos. Nadie está mejor con 100 años que en su madurez y llega un momento en que con la edad empiezas a bajar y es mejor retirarse.
No le veo dando paseos y mirando obras…
No…, tanto no [risas]. Sé que me va a costar porque esta casa es mi vida, y seguiré vinculado a ella, porque, por mi experiencia, algo podré aconsejar a quien esté por aquí. Puedo ser embajador de lo que hemos creado a lo largo de 40 años porque en este mundo a los clientes les gusta saber quién está detrás de un vino, y para eso igual puedo servir. Pero alguien tiene que tirar de Vega Sicilia y mi familia tiene cosas que decir porque yo no soy el único propietario.
Ha dicho en alguna ocasión que el problema de las bodegas familiares son las familias. La suya también estuvo enfrentada, por un lado su padre y su hermana María José, al frente de Eulen, y por otro, usted y sus otros cinco hermanos. ¿En qué punto están ahora?
El problema lo tuvimos con nuestro padre hace muchos años, y desde que murió hace siete pues prácticamente se acabaron los conflictos. Pero sí, es el sino de las empresas familiares: tener problemas de familia. Al menos en nuestro caso hemos tenido la suerte de que esas tensiones nunca afectaron a los negocios, porque estaban completamente separados.
¿Aun así se va a buscar sucesor dentro de la familia?
Sí, la idea es elegir a un candidato de la segunda generación, entre los 14 primos, pero no es un proceso fácil. Por suerte, existen profesionales que son capaces de ayudar a encontrar las personas más idóneas entre los que tengan la preparación y el interés. Un hijo mío no tiene que sucederme solo porque sea mi hijo si no está capacitado. Estamos en ello, pero llevará su tiempo prepararles, formales y elegir.
¿Se descarta que sea una persona ajena a los Álvarez?
No se descarta nada. Pero creo que un familiar puede aportar algo más que un ejecutivo externo por muy bueno que sea. Vega Sicilia forma parte de la asociación Primum Familiae Vini, que ahora presido y que está integrada por 12 de las bodegas familiares más influyentes del panorama mundial. Con ellos compartimos un amor por esto y sabemos que no todo es ganar dinero, sino que a veces hay que aguantar, invertir y tener paciencia. Y probablemente esas decisiones solo las puede tomar alguien de la familia, pero debe ser una persona capaz, eso lo tenemos claro.
Hablando de dinero, ¿cuánto ha invertido la familia en estos 40 años en Vega Sicilia?
Unos 300 millones de euros. Pero Vega ha sido una bodega bastante rentable que nos ha permitido tener unos beneficios que casi todos los años van subiendo. Reinvertimos en la renovación y mantenimiento de las bodegas unos cinco millones cada ejercicio.
¿Se han planteado la posibilidad de vender esta joya?
No. Siempre ha habido ofertas porque es una bodega muy golosa, por su marca y prestigio, pero no está en venta. ¿Cuánto podría valer? Es difícil calcular el valor de una empresa como Vega, porque va más allá de la pura rentabilidad, de los puros números. Hay un valor intangible que es muy difícil de cuantificar, pero nosotros nunca hemos llegado a escuchar ninguna cifra porque no estamos interesados en vender.
Cuando llegue la sucesión y abandone este despacho, ¿cómo espera ser recordado?
Bueno, estos 40 años han sido muy importantes y por suerte yo he estado al frente. Me gustaría que se me recordara como alguien que hizo algo bueno por esta bodega y que amó esto durante muchísimos años.
¿Algo que reprocharse en este tiempo?
A nivel personal, y a toro pasado, me doy cuenta de que he sacrificado a mi familia, a mis hijos, el poder estar con ellos. Pero bueno, cuando eres joven no lo piensas y te das cuenta cuando ya no hay remedio. Ahora estoy intentando hacerlo un poco mejor con la pequeña, que tiene 10 años, porque soy entre padre y abuelo y disfruto más de lo que hacemos. Soy más consciente y por eso vivo más a mi hija de lo que viví a mis hijos. En lo profesional también he cometido errores, que reconozco y no disculpo, pero creo que el balance entre aciertos y fallos es positivo y que el cómputo final no es malo a la vista de lo que hay, ¿no?

 

FUENTE: EXPANSION.COM

 

Deja un comentario